Al principio pensaba que mis plantas se mantenían solas, pero pronto descubrí que, como cualquier ser vivo, agradecen que las cuiden. Dos gestos sencillos –limpiar y podar– pueden cambiar por completo la salud de tu jardín interior.
【Limpiar para que respiren】
El polvo se acumula en todas partes, también sobre las hojas de las plantas. Una capa de suciedad puede obstruir los poros y dificultar la fotosíntesis. Una vez por semana paso un paño suave ligeramente humedecido por cada hoja; si quiero que brillen más, añado unas gotas de limón. Esta rutina, además de estética, me permite revisar que no haya plagas ni manchas.
También es importante remover el sustrato de la superficie con una pequeña pala para evitar que se compacte. Esto mejora la aireación y facilita que el agua y el oxígeno lleguen a las raíces. Procura no hurgar demasiado profundo para no dañarlas.
【Podar para fortalecer】
Las hojas secas o enfermas y las flores marchitas restan energía a la planta. Cortarlas libera recursos para nuevos brotes. Uso tijeras limpias desinfectadas con alcohol y corto por encima de un nudo o brote lateral para estimular el crecimiento.
No temas podar: al principio da respeto, pero verás que las plantas responden con brotes más fuertes. Evita hacerlo en exceso o durante el reposo invernal de algunas especies; observa los ciclos y poda en primavera o después de la floración.
【Conclusión】
Dedicar unos minutos a limpiar y podar tus plantas no solo mejora su aspecto, sino que previene problemas y estimula su vitalidad. Para mí, estas tareas se han convertido en un ritual meditativo que me conecta con mis verdes compañeras. Pruébalo y verás cómo tus plantas lo agradecen.