Errores comunes al regar tus plantas y cómo evitarlos

Confieso que mi mayor enemigo como ‘plantadicta’ principiante fue el riego. Pensaba que cuanto más agua, más rápido crecerían mis plantas. La realidad me mostró lo contrario: muchas veces las mataba con exceso de cariño. Estos son los errores que cometí y cómo los corregí.

【Regar de más】

El error más común es regar demasiado. Un sustrato siempre húmedo evita que las raíces respiren y favorece la aparición de hongos. Hoy compruebo la humedad introduciendo un palito en la tierra; si sale seco, es momento de regar. También observo las hojas: si amarillean y se ven blandas, puede ser exceso de riego. La solución es espaciar los riegos y asegurar un buen drenaje.

【Regar de menos】

El extremo opuesto también ocurre. Algunas plantas toleran la sequía, pero otras sufren cuando pasamos semanas sin darles agua. Hoja arrugada y caída es señal de sed. Mi truco es establecer recordatorios semanales y agrupar plantas con necesidades similares para no olvidarme de ninguna.

【No prestar atención a la hora】

Regar en el momento equivocado puede dañar las plantas. Lo ideal es hacerlo por la mañana o al atardecer, cuando el sol es suave. Regar a pleno mediodía puede causar un choque térmico y que el agua se evapore antes de que las raíces la aprovechen.

【Usar agua inapropiada o mojar las hojas】

Muchas plantas prefieren agua de lluvia o de baja mineralización. Si uso agua del grifo, la dejo reposar una noche para que el cloro y minerales se depositen. Además, evito mojar las hojas cuando riego; esto previene hongos y manchas. En vez de ello, uso una regadera de agujeros finos para dirigir el agua al sustrato.

【Conclusión】

Regar no es una ciencia exacta, pero requiere atención. Escucha a tus plantas, toca la tierra y observa sus hojas. Con el tiempo, desarrollarás un instinto para saber cuándo tienen sed y cuándo necesitan descansar. Así evitarás ahogarlas con amor o dejarlas secarse por olvido.

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